Asesinato en el laberinto, de J.J. Connington

La finca de Whistlefield es famosa no solo por su belleza, sino también por el laberinto vegetal que diseñaron sus primeros propietarios. El recorrido, delimitado por altos setos que se entrecruzan en caminos sin salida o que regresan al punto de partida, conduce a dos centros distintos en los que un cómodo banco recompensa a quienes logran alcanzar la meta. Y es allí donde, en una calurosa tarde de verano, aparecen los cuerpos sin vida de Roger Shandon —el dueño de la heredad— y de Neville —su hermano gemelo y conocido abogado—, ambos asesinados con la misma arma: un dardo impregnado de curare. Dado que todos los miembros de la familia, los únicos capaces de orientarse en el laberinto, parecen tener una sólida coartada, serán necesarias una mirada aguda y una inquebrantable profesionalidad para averiguar quién ha cometido el extraño doble crimen. Cualidades que, inteligentemente disimuladas bajo una apariencia anodina, el jefe de policía Sir Clinton Driffield posee en extraordinaria medida.

El autor

J. J. CONNINGTON (Glasgow, 1880-1947), seudónimo de Alfred Walter Stewart, dedicó su vida, como investigador y docente, al estudio de la Química en distintas universidades. Sus novelas fueron admiradas por algunos de sus más ilustres contemporáneos, como Dorothy L. Sayers o John Dickson Carr.

Impresiones

J.J. Connington fue un escritor de la Golden Age. Asesinato en el Laberinto (1927) no es su primera novela, pero sí el debut de su personaje más famoso: El Jefe de Policía Sir Clinton Driffield. En este primer caso se va enfrentar a un doble asesinato cometido en el intrincado laberinto vegetal de una mansión campestre británica, la finca de Whistelefield, y a robos e intentos de asesinato posteriores.

Ya sabéis que me gustan las novelas de esta época y a veces descubro novelas muy buenas que han pasado desapercibidas a lo largo del tiempo. Gracias a Siruela, en este caso, o a editoriales como DÉpoca, que están publicando novelas de esa época, tenemos posibilidades de descubrir a ciertos autores que hoy en día son poco conocidos. En este caso, fue ver la sinopsis y me atrapó que el crimen se cometiera en un laberinto, del que los únicos que son capaces de orientarse son la propia familia, miembros que tienen o parecen tener una sólida coartada.

El crimen se produce en las primeras treinta páginas, por lo que vamos pronto a entrar en materia. La resolución es satisfactoria, aunque la identidad del asesino no sea imprevisible, sí se siembran dudas sobre ella muy hábilmente. Es un relato policiaco de corte muy tradicional en cuanto a su ambientación, desarrollo de la acción y planteamiento de la historia, al más puro estilo de la literatura inglesa de este género en el período situado entre las dos guerras mundiales.

Como ya he dicho antes, es el debut del personaje Sir Clinton Driffield, que junto a su “Escudero” Wendover, intentará resolver el doble crimen. Las claves van a ir siendo diseminadas a lo largo de la trama hasta la resolución final con la aclaración total por parte de Sir Clinton, haciendo encajar todas las pruebas.

Como veis es un planteamiento, desarrollo y resolución típico de este género, pero que a mí no ha llegado a convencer. Por un lado, el protagonista, Sir Clinton Driffield me ha parecido un personaje sin carisma y carente de ese humor british tan característico, aunque lo intenta, a mí no me ha hecho ninguna gracia. Su “escudero”, un intento de Watson, pero soso y sin personalidad. Probablemente al ser la primera novela con estos protagonistas, el autor no los ha perfilado del todo, habría que echar un vistazo al resto de novelas protagonizadas por ellos. Por otro lado, se me ha hecho lenta y no ha conseguido atraparme, lo único que quería es que terminará. No está mal escrita en cuanto a la prosa, pero ni los personajes ni la trama me han conquistado.

¿La recomiendo? Solo aquellos a los que les guste mucho esta época y no les importe que la trama sea lenta y sus personajes principales algo sosos.

2 estrellas en Goodreads.

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Nos leemos,

Ayla